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El trigo nunca de crecer (y los pollos rostizados también tienen sueños e ilusiones)

Actualizado: 11 jul 2018

Claras de huevo. Cáscaras de sueños. Latas de encurtidos. Sillas que cuelgan de la pata, retorciéndose, salvando los pocos instantes que les quedan de vida. Debidamente seleccionados. O tres. Cada cual con su calcetín. Pero no me mires así, porque sé que tienes otra cara. La cara del demonio. La cara del ángel goñi. Ni siquiera conservo las cenizas de mi padre. Que está conservado en vinagre. Agua destilada para consagrar. Una chela se te cayó de las manos. Una frase que invitaba a esperarte 20 años. Mi amigo imaginario saltó desde el roof garden. Sobres amarillos que contienen sal del mar muerto. Libros cortados en pedazos de cuatro kilos cada uno. La forma en la que las alas del colibrí se pegan es inversamente proporcional a las escamas de los peces que pueden aprender a volar. Los sesos. Los esos. Ese pez. Esa actitud, con exactitud. No me mires así, que ya estamos pedos. Pero si no te gusto, vete. Asustarte siempre ha sido mi mejor opción. Y una trompeta que anuncia el cambio de turno. Las montañas coleccionan niebla. Los ancianos coleccionan caminos. Las estrellas coleccionan estrellas. Y adentro de tu nariz, hay mocos secos. Los pollos rostizados también tienen sueños e ilusiones. Y las garrapatas de tus labios siguen tejiendo historias que sabes que nunca sucederán. Los rinocerontes se freían en toneles. Las jirafas se asaban en discos. Los cocodrilos se tostaban en bidones. Y los hipopótamos se cocieron en sus tanques. Gracias. También vendemos conservas y latas de aguardiente. O botellitas de agua de menos de cien mililitros. No tienes porqué tener miedo. Si la plaza está vacía. Las sombras de los árboles suicidas. En las horas muertas de la tarde de un martes de mayo. Tordos que se atoran en los cables. Un eructo divino. Un lápiz labial con baja autoestima. Tus lágrimas de arroz. Mi sonrisa de aguacate. No intentes esconderte, Kalimán. Si cada una de las letras están escritas con cuidado, al final sólo el que pierde sobrevive. Ni siquiera ayer. Ni la noche de la vez pasada. Nos vemos el miércoles, dijiste. Y olvidé que miércoles es un plural infinito. Miercoles, muchos miércol. Como tus jeans, que son dos. Y si fuera uno, sería Gloria Jean. Pero ella no los dejó tirados en el suelo. Aunque siempre quiso tener sus propias caderas. Y la voz aguardientosa, y los ojos de caracol. Intenta interpretar el cuadro. Quítate la máscara de santa. Abre con cuidado tus páginas. Porque el trigo nunca deja de crecer.

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