top of page

Adios, Horacio.

Foto del escritor: Carlos José Pérez SámanoCarlos José Pérez Sámano

Horacio Warpola murió hoy.

Llevo varias semanas y meses queriendo retomar este blog. Incluso mi mamá, con quien rara vez platico de los detalles de mi escritura, me lo comentó este sábado: deberías retomar tu blog. Escribías bien bonito.

Pues la muerte de Warpola me parece razón más que suficiente para retomar este medio.


Estaba hablando con Sara acerca de Horacio cuando nos enteramos de su muerte. Es decir, el anuncio de su muerte me llegó en el mismo caudal de mensajes en el que hablábamos otras cosas de él. Casi como si se hubiera muerto mientras platicábamos acerca de él.

Le presté dinero hace unas semanas. La plática con Sara comenzó por una historia de Instagram que le comenté. Y después recordé que ella y Horacio eran buenos compas, así que decidí preguntarle. Primero le dije que por favor no sintiera ningún tipo de presión en contestarme. Que le iba a hacer una pregunta un tanto rara e incómoda. Pero que con toda la confianza podía decidir no contestarla. Le dije a Sara que la pregunta no era acerca de ella en lo absoluto. Le pregunté si sabía si Horacio estaba pasando por alguna situación financieramente difícil o si por el contrario sabía si era alguien que pedía prestado y tardaba en pagar.

Antes de que Sara contestara recuerdo haber pensado: "Bueno, ya le dije a Sara, ya que más da si le escribo directamente a él para pedirle esta vez de manera directa que si por favor ya me puede pagar."

Así que así lo hice. Le escribí que si porfa me podía pasar mi lana.

No era mucho lo que me debía, pero era algo.

Después me fui a un concierto que di en un evento. Y al salir del concierto leo el mensaje de Sara.

Principalmente me contó que desde que Horacio dejó la CCC, tal vez estaba batallando con temas de dinero, pero que la verdad no estaba segura. La CCC es la Casa de la Contracultura de Querétaro. Horacio renunció a su chamba ahí hace unas pocas semanas. En el siguiente mensaje, Sara me dice que también recuerda que una vez Horacio le pidió dinero a una amiga suya y que también le costó trabajo cobrarle. Entonces, que prácticamente no sabía qué decirme.

El siguiente mensaje lo tuve que leer como cinco veces.

"Lo siento Carlos. Horacio falleció anoche".


Mi cabeza empezó a despensar.

Me maree y seguí caminando hacia mi oficina.

Me senté y le escribí "¿Qué? No mames"

No recibí respuesta.


Me metí a Twitter. Nada. Lo busqué en las noticias. Nada.


En ese momento me escribió Diana, mi amiga compositora, con la que tengo el proyecto de la ópera preguntándome si había escuchado algo acerca de nuestros contratos. Cuando leí sus mensajes, algo me empezó a doler. Me dolió regresar a la realidad donde Horacio Warpola ya no existía. Me dolió regresar a la realidad donde tendría que explicarle a la gente de mi relación con él. Me dolió pensar que mi último mensaje con él había sido cobrándole lana. Me dolió sobre todo, que Diana no supiera lo que acababa de pasar. Como si todo el mundo tuviera que saber del gran agujero negro que se acaba de crear dentro de todos los que lo conocimos. Le pedí que si podíamos hablar, y a pesar de que ella está del otro lado del mundo, me recibió la llamada.

Platicamos.

No recuerdo mucho lo que hablamos. Supongo que algo parecido a lo que narré arriba. Los hechos.

Diana me dijo con su vocecita "Uy que mal plan" y eso me hizo sentir acompañado. Después me di cuenta que mi mayor miedo era que se hubiera matado. Y aún peor, que algo de eso hubiera tenido que ver con nuestra deuda. Me sentí terrible (como me he sentido todo el día) por incluso pensar en cobrarle. Pero también recuerdo que por primera vez pensé que ya no iba a recuperar esa lana. Eso me dio un extraño consuelo. Como si el pensamiento de aceptar la pérdida de mi dinero fuera un consuelo frente a la muerte de mi amigo.


Horacio y yo estuvimos platicando bastante los últimos tres meses. Me contó que estaba pensando mudarse a la Ciudad de México. Me contó que sí estaba teniedo algo de broncas con la lana, pero recuerdo que no sonaba tan desesperado. Y que además me contó de manera muy escueta de proyectos futuros. Habíamos platicado apenas el lunes, es decir, hace menos de dos días, acerca del clima acá en Colorado. Me había felicitado por la nominación al Fedora. Hablamos del calorón de Querétaro. Me preguntó si nos veríamos ahora para la Navidad.

Así que la idea de suicidio me parecía bastante lejana. No lo había notado particularmente nostálgico ni melancólico. Aunque al final parece que los poetas siempre sufrimos de esas dos condiciones. Sabía de su hartazgo frente a las condiciones sociales actuales del mundo. El genocidio de Gaza, las chingaderas de nuestros políticos en ambos países, etc. Pero digamos, nada fuera de lo normal. Sin embargo, en estos momentos yo esperaba saber que no había sido eso. Por una razón meramente egoista yo necesitaba saber que él no había decidido quitarse la vida. Porque, si de por sí ya me sentía culpable por el último mensaje que le mandé, si hubiera sido eso, me hubiera sentido terriblemente culpable.


Pero no.

Le escribí a Elsa. Me contestó luego luego diciendo que estaba muy triste. De esa manera supe que ella ya sabía. Pero no lo quise asumir. Así que le compartí por mi parte que estaba extremadamente sorprendido. Y le dije que tal vez era por la misma razón. Le dije: Sara me contó que Horacio murió anoche. Elsa respondió que no. Que había sido hoy en la mañana. Que fue un infarto. Esas dos cosas me calmaron y asustaron en la misma medida. Elsa y yo no hablamos mucho más. Me dijo que estaba exhausta porque le había tenido que dar la noticia a mucha gente. Ellos también eran cercanos. Horacio es (era, puta madre!) de esas personas que te hacen sentir que eres muy cercano a ellas no importa si lleva poco tiempo de conocerte. Maldita sea, sigo pensando en tiempo presente cuando hablo de él. Bueno, tanto Sara como Elsa eran, según lo que yo puedo percibir, cercanos a Horacio. Así que de alguna manera saberlo por parte de ellas dos me daba un nivel de paz que yo sentía como cercanía. Como un abrazo. Como un abrazo por saber que ellas dos fueron las que me lo dijeron. Y de alguna manera algo super raro con Sara. Casi como si los tres hubiéramos estado platicando cuando él hubiera decidido irse.

Casi como si al hablar de él, se hubiera muerto. Raro.

Y la parte desconcertante del mensaje de Elsa era precisamente la posibilidad de que Horacio hubiera muerto poquito antes o poquito después de haber leído mi mensaje. Mi mensaje no lo vio. O al menos no en la conversación de WhatsApp, porque no tenía las palomitas azules. Lo borré.


Luego vi un dibujito que le había mandado a Sara y a Horacio unas semanas antes. Un monito que hacía la señal de Paz y Amor y que tenía un fumetto que decía: "Ánimo Sara y Horacio". Se los había mandado también por Twitter una vez que leí que ambos andaban abatidos.


Quise tirar el dibujito.

Ese dibujo lo tenía (tengo) pegado frente a mi escritorio. Yo no tengo fotos de mi esposa e hijos en mi oficina. Principalmente porque no tengo esposa e hijos. Mi familia son otrxs poetas. Ese dibujito de alguna manera es como esos dibujos hechos por los hijos que varios pegan en las paredes de sus cubículos. Pero yo hoy no quería ver eso. No quería recordar, aunque hubiera sido hace unas horas, que Horacio ya no estaba ahí para que yo le mandara dibujitos de ánimo dibujados en un Post It.


Ya no sé que más contar.


Le escribí a Sara diciéndole que me quería deshacer de ese dibujo y le mandé una foto antes. Estaba enojado. El otro día murió otra amiga, Andrea. Me enojó que se muriera. Algo así sentía con lo del estúpido dibujito de ánimo. Sara me contestó que no lo tirara. Lo guardé y luego lo volví a sacar y pegar en su lugar. El pegamento ya estaba débil y me costó un poco más volverlo a fijar. Casi como si la vida me estuviera pidiendo confirmar si realmente quería pegarlo de nuevo.


El resto del día estuve muy disperso. He estado muy disperso. Les conté a mis mejores amigas. Le he dado la vuelta mil veces. Traigo ese tipo de pensamientos obsesivos y no sé si podré dormir. Me costó como dos horas ponerme a lavar los trastes. Abría Twitter, veía una publicación de alguien acerca de Warpola. O abría WhatsApp para ver si alguien me había contestado. A mis amistades gringas casi no les dije. Prácticamente nomás a una de mis novias. Pero no le di mucho detalle. No quiero hablar de estas cosas en inglés. Horacio no murió en inglés. Horacio no ha muerto en mi día a día que se me va prácticamente en interacciones en inglés. Liesl me contestó super linda con mucho amor como siempre. Pero sigo pensando mucho. Les conté a mis hermanos, hermana, mamá y papá. Me dijeron que lo sienten mucho. Mis papás se acordaron de él porque presentó mi libro de cuentos ahora que estuve en Querétaro.

Pero ya no lo voy a ver. No solo no lo voy a ver en Navidad porque los vuelos son muy caros (ese fue el último mensaje que él leyo el lunes) sino que ya no lo veré en la CCC, ni en el atrio del Templo del Carmen, ni en ninguna presentación o peda.


Ya no veré a Horacio.


Ahora solo lo leeré.

31 visualizaciones0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo

Entregarme completamente a la puta página

Entregarme completamente a la puta página. Entregarme completamente a la puta página. Entregarme completamente a la puta página....

Comments


bottom of page